martes, 23 de octubre de 2007

A cerca del humano actual....

Siempre he argumentado acerca del hecho de que la sola diferencia que existe entre un animal y un hombre es la facultad de pensar. Si el hombre vive mecánicamente para beber, comer y dormir, se coloca por sí mismo en el estado animal; de ahí que el hombre materialista defendiendo la tesis del ateísmo es simplemente un ser espiritualmente animalizado, en el sentido común de la palabra, hasta el punto de que se queda en el estado precedente de su evolución en la historia de la vida completa (mineral-vegetal-animal-humano-supra humano).
En el plano mental es justamente la división entre estas dos categorías de individuos que se caracterizan entre los humanos como materialistas (20) o espiritualistas. El plano mental incluye dos estados que son, uno inferior y otro superior, siendo el primero el animal perfeccionado u hombre salvaje, y el segundo el hombre perfeccionado listo para pasar al estado de hombre-dios.
El hecho de estar en una región denominada civilizada, de pertenecer a una categoría de individuos llamados colectivamente naciones, y de ostentar grados universitarios, no implica garantía de no pertenecer al estado mental inferior, y, por lo tanto, este individuo en lugar de aprovechar sus hipotéticas cualidades se
exime de PENSAR REALMENTE y vive completamente en desacuerdo con las leyes naturales de la evolución humana (absorción de alcohol que hace perder el equilibrio del razonamiento sano, alimentación desordenada y, sobre todo, la nutrición que proporcionan las carnes de animales opuesta a todas las leyes del buen sentido, venenos de narcóticos, tabaco, etc.); no es raro, pues, ver en Occidente personalidades diplomadas que ignoran los primeros rudimentos de la sabiduría de vivir.
20 Existe evidentemente una multitud de divisiones dentro del género humano (ateísta, materialista, positivista, practicista, relativista, espiritualista, y hasta espiritista, etc.). Pero para simplificar no voy a enunciar más que las dos grandes corrientes del pensamiento humano.

lunes, 22 de octubre de 2007

Algo sobre Budismo

Una de las más grandes filosofías, que ha revolucionado al mundo pensante puede servir de ilustración. Un morador de cada cuatro de nuestro planeta, adora conforme la doctrina budista, mas las comunidades están divididas por los temas dogmáticos olvidando que Siddhartha Gautama, enseñaba más allá de los linderos de la adoración fanática... Un Buda (Iluminado) no concibe las cosas en sus aspectos personales y el Instructor da su lección sobre un plano universal.
La doctrina del budismo gravita alrededor del sufrimiento del hombre que desea tener y guardar todavía cosas que son esencialmente impermanentes. Entre estas cosas la más importante para el atamiento humano la constituye su propia persona. A menudo el hombre practica un falso aislamiento y la consecuencia es que se identifica con una especie de torre de marfil carente de realidad como lo demás y vacía de toda atta (naturaleza-Sí mismo).
Gautama el Buddha no respondía nada a la pregunta: ¿Qué es el SI? pues pensaba que el hombre halla la respuesta por sí mismo, cuando ya no está identificado con su persona, cuando ya no se resiste al mundo exterior, en fin, cuando suprime sus fortificaciones y cesa en sus constantes hostilidades.
En contraste con esta idea de aislamiento, el Buddha proclamaba la Unidad de todas las cosas vivas y demandaba de sus discípulos el reemplazar esta hostilidad con la Divina Compasión (karuna). La práctica de esta enseñanza debe conducir al estado de Nirvana (fin de padecimientos, desaparición del egoísmo, condición de bendición eterna). Podemos añadir el principio de Karma (ley de causa a efecto) y decir que todos los Budistas están de acuerdo hasta este punto.
La separación de las dos grandes corrientes de pensamiento comienza en la interpretación acerca de la actitud de Gautama al no responder nada a la pregunta: ¿Qué encuentra más allá el hombre cuando ya detrás no resiste las barreras de su persona? El Buddha negó la existencia del Atta en la persona. La enseñanza del Hinayana (pequeño vehículo) afirma que no hay el SI, en cambio el Mahayana (gran vehículo) considera que el verdadero SI se encuentra cuando se ha renunciado al falso.
Cuando el hombre ya no ensaya identificarse con su persona y no la usa para resistirse a la vida, piensa que el SI es mucho más que su ser y que comprende todo el mundo.
El Mahayana va más lejos, al afirmar la vida en la declaración de que todas las cosas son el SI en vez de negarlo y no decir que cada cosa considerada por separado no contiene el SI como lo expresa el Hinayana. Esta diferencia teórica da luz desdichadamente a igual diferencia en la práctica. El Hinayanismo por su ideal negativo, considera como la más alta forma del hombre la de aquel que alcanza sencillamente su Nirvana y queda liberado debido a la realización de Anatta (Sin-Si) y Anicca (Sin permanencia). Pero mejor que quedar aquí, en este estadio de Arhan, la filosofía del Mahayana pide a sus discípulos elevarse al grado de Boddhisattva. Este ser ideal del Buddhismo no puede excluir o descuidar ninguna cosa porque se encuentra identificado con todos y en todas las cosas.
El Boddhisattva afirma toda su vida como el SI y considera a los otros seres como otros sí, y para él, el Nirvana no es más que una vanidad y un estado egoísta que subsiste durante el tiempo en que una criatura sencilla permanece no iluminada.
Además de estas dos grandes formas del Budismo, otro sistema se presentó a consecuencia de interminables discursos a propósito del estadio final de la evolución del ser: Si el estado de ser UNO constituye el Nirvana, mientras que el de ser "algunos" constituye el Samsara (mundo de formas, rueda de nacimientos y muertes) resulta entonces necesario alternar el Nirvana con el Samsara, y en consecuencia el Nirvana no es el "Summum Bonum" sino sencillamente otro aspecto de lo mismo: ignorancia.
El Buddhismo se encontraba en este punto cuando el Zen apareció como culto (ver "The Spirit of Zen" por Allan E. Watts). Zen (palabra japonesa derivada del chino ch'an y corrupción del sánscrito Dhyana) es equivalente a Iluminación, pero igualmente implica una vía para alcanzarla. Con referencia al Nirvana y al Samsara, los Maestros captaron rápidamente la imposibilidad de definir la respuesta en términos intelectuales. Nirvana y Samsara son la misma cosa y un sabio verá el Nirvana inmediatamente en todas las cosas ordinarias de la vida (para el santo, todo es santo...).
El Zen fue introducido en China por Boddhidharma en 572. Este Gran Maestro era el 28° Patriarca de la raza de los Buddhas y había recibido la enseñanza por transmisión oral. Fue invitado un día por el Emperador Wu, que estaba impaciente por conocer al sabio quien al entrar en conversación con él dio una respuesta típica del Zen.
El Emperador chino le dijo:
-Hemos construido templos, ordenado monjes, recopilado las Santas Escrituras; tenemos algunos méritos?
-Méritos del todo, no, respondió el Maestro.
Muy inquieto el Emperador prosiguió:
-Muy Reverendo Señor ¿Qué es entonces la santa Verdad, el primer principio?...
-Este santo principio existe en todo, aún cuando no se encuentre en nada de santo, fue la respuesta.
El Emperador Wu expresó:
-Quién es usted, para plantarse así delante de mí?
Boddhidharma respondió:
-No sé, Vuestra Majestad...
Se conoce con certidumbre la historia de Shang-Kwuang, que quería ser discípulo de Boddhidharma. Este discípulo se presentó un día ante la caverna donde el sabio meditaba desde hacía largo tiempo y quien se negaba a recibirle. En vista de las muchas semanas de infructuosa espera en la nieve tomó una gran decisión para probarle su devoción al Maestro. Cortó una de sus manos y la presentó a Boddhidharma, quien al ver este acto resaltante le aceptó a su lado. La primera demanda de Shang-Kwuang fue pedir al Maestro la tranquilidad de su espíritu.
-Señor, mi espíritu me molesta, cúreme.
-Muéstremelo, le dijo el sabio.
-Pero no es posible, dijo el discípulo.
-Entonces usted ya está curado, respondió Boddhidharma.
Algún tiempo después de la muerte del Gran Santo, algunas personas reconocieron a Boddhidharma andando en el camino de regreso a la India por las montañas, con los pies desnudos y con una sandalia en la mano en vista de ello decidieron abrir su tumba y se halló solamente... la otra sandalia que el Maestro había dejado tras de sí....
El fundador del Zen desapareció sin dejar alguna huella al igual que otros muchos grandes Maestros (Lao Tseu, Jesús, etc.).
El Zen tiene numerosas afinidades tanto en el Tao como con la Yoga El taoísmo como el Zen, no cree en el mundo llamado objetivo, lo que confunde a muchos buscadores que se aventuran en estas filosofías.
Lao-Tseu el posible fundador del Taoísmo, fue contemporáneo de Gautama el Buddha. Cuando más tarde el Zen fue introducido a China, la filosofía de Lao-Tseu ya había quedado religada a la mitología y las supersticiones, en tanto que el confucianismo había pasado a ser la religión de las muchedumbres.
El mismo Lao Tseu dijo: "El Tao que puede ser descrito con palabras no es el verdadero Tao". Y de ahí que uno se pregunta con razón si verdaderamente Lao Tsé fue el autor del Tao Teh King, el cual fue compuesto, según algunos, 240 años antes de la era cristiana y más tarde fue atribuido a Lao Tseu, sin duda uno de los Grandes Maestros-Instructores (como Jesús-Cristo) que nunca escribieron.
Poco a poco las filosofías originales pierden su verdadero sentido para convertirse en dogmas, bien sea que se trate del Zen, del Tao o de la Yoga, pues una vez puestos en doctrina, los métodos se vuelven ritos fanáticos donde el espíritu real queda perdido. Si se observan todas las similitudes entre el discurso de Benarés, hecho por Gautama el Buddha y el Sermón de la Montaña de Cristo Jesús, es fácil también hallar bases comunes para todas las otras religiones.
A la pregunta: ¿en qué consiste la Iluminación? un Maestro Zen respondió: vuestros pensamientos diarios.
Otro sabio chino, a la pregunta: ¿qué es el Tao? respondió que el Tao es la vida acostumbrada.
El maestro Pai-Chang explicó el Zen dándole sólo el significado siguiente: "come cuando tengas hambre, duerme cuando estés cansado, etc.".
Fue Lin-Chi quien declaró: "el verdadero discípulo de la Religión nada tiene por hacer sino vivir su vida tal como la ha hallado en las diversas circunstancias de este mundo".
El Zen es así, una transmisión especial de Iluminación aparte de las Escrituras, ninguna dependencia acerca de las palabras y las letras; es una punta directa hacia el Alma humana, es la vista en nuestra propia naturaleza... (Ver por ejemplo, "Essays in Zen Buddhism" y "Manual of Zen" del Profesor Suzuki).
La técnica del Zen Buddhismo se inspira en el Koan que se relaciona con el Satori (experiencia súbita, abandono de falsas ideas de posesión) el cual es una medida indispensable para el cumplimiento del Zen.
Existen 1700 Koans, pero no todos son necesarios para la completa comprensión del sistema. El Koan, que literalmente significa documento público, es la forma de un problema basado en los hechos y en las palabras de Maestros famosos, es el conjunto de actitudes a tomar para REALIZAR.
Además del Koan, que es una divisa religiosa, existe el Yugen que es una divisa artística. El Yugen es una cualidad indefinible, es lo sutil, es el método de demostración de la verdad no por la descripción dada exactamente, sino advirtiendo el hecho por tener un inmediato contacto con la vida, y no por apoyarse sobre la versión ajena.
Es el medio de realizar a través del símbolo (Ver mi libro La Misión de los Artistas).
Hay que añadir también que sería peligroso considerar el Yugen como finalidad, pues hay que considerarlo como descubrimiento de un secreto. El Zen, que se manifiesta tanto en la ceremonia del té en los Chaseki, como en Ju-Jitzu o en el Kenjitzu, demuestra su amplio horizonte, encerrando todas las experiencias de la vida.
Ju-Jitzu significa literalmente lo que los ingleses llaman "Gentle Art"; es la técnica de apretar, estrangular, arrojarse y lanzar, mientras que el Judo es más bien la filosofía sobre la cual esta técnica está basada; la misma cosa sucede con el Kenjitzu y el Kendo los cuales son métodos de self-defense, con armas esta vez. Así pues desde el Cha-No-Yu, ceremonia del té, hasta el Ju-Jitzu, pasando por el Bushido (código de Caballería de los Samurais), el Zen describe los rituales y da su enseñanza. Desde los Chaseki (casa de té) donde aprenden la relajación, hasta el Ju-Jitzu que es sobre todo el sistema básico para dejar perder el equilibrio a su adversario, todas las experiencias de la existencia están frente al discípulo del Zen.
Finalmente, la Yoga es la que puede dar la conclusión, puesto que es el principio y el fin de todas las cosas, así como todas las cosas mismas; el yoghi quizá se materializa a través de diferentes aspectos, pero permanece idéntico en su espíritu, porque basta al Yoghi realizar la unidad, no importa cuáles sean sus manifestaciones; sólo es importante su grado de evolución espiritual, su Identificación completa con el Origen, con la FUENTE.
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El bien y el mal (S. M. A.)

¿Se comprende ahora que la cultura de la inteligencia no compite con la cultura del espíritu? El gran error de nuestra sociedad moderna es haber desarrollado la razón sola, desobedeciendo así a la ley de la ascensión del espíritu. Interviene aquí un gran problema: el de la noción del Bien y del Mal. Es un asunto vasto, que todos los filósofos trataron ampliamente y que conviene analizar, quizá de una vez para siempre, con los rudimentos que esto implica, antes de progresar más adelante en nuestras perspectivas de las materias iniciáticas.
Se encuentra en el segundo tratado de las "Investigaciones acerca del Origen de las Ideas" (Amsterdam, MCMXLIX) una descripción del Bien y del Mal moral, y se puede leer como introducción:
"Cuando se usa el término `Bondad moral´, se comprende aquí la idea de una cierta cualidad, la cual, al mismo tiempo que nos hace aprobar una acción, nos inclina a desear la felicidad de quien la hizo. El término `Mal moral´ designa por el contrario, la idea de una cualidad opuesta, la cual nos obliga a condenar o desaprobar toda acción en la cual se encuentra". La aprobación y el desprecio son verosímilmente simples ideas, de las cuales es imposible dar más amplia explicación. Contentémonos por el momento con esas definiciones imperfectas, hasta que estemos seguros de que esas ideas existen realmente dentro de nosotros, y que hayamos descubierto el principio en el cual se funda esa diferencia de las acciones como moralmente buenas o malas.
Parece que esas definiciones contienen una diferencia, la cual se admite universalmente, entre el Bien y el Mal moral, y entre el Bien y el Mal natural. Todos quienes hablan del "Bien Moral" convienen en que él procura la aprobación y la benevolencia de todos hacia los que lo poseen, lo que no es lo mismo en cuanto al "Bien Natural". Es especialmente en esta clase de ocasiones, cuando los hombres deben consultar su propia conciencia. La inclinación que se tiene para aquellos en los cuales se reconoce el honor, la buena fe, la generosidad o los principios humanitarios, es muy diferente de la que se experimenta para los que poseen bienes naturales como las casas, las tierras, la salud, la fuerza, etc.. Nos sentimos necesariamente obligados a querer y aprobar a los que poseen las escasas cualidades citadas primeramente.
Por el contrario, la posesión de bienes naturales no sirve muy a menudo para nada, sino para causar a aquellos que los poseen, el odio y la envidia de los demás hombres, los cuales creen merecer por eso la aprobación y el apego. De igual modo, toda cualidad que es moralmente mala, como la traición, la crueldad, la ingratitud, nos hace odiar y despreciar a aquellos en los que las percibimos; al contrario, ordinariamente tenemos estima, simpatía o compasión para con la mayor parte de las personas a quienes encontramos expuestas a males naturales como el dolor, la pobreza, el hambre, la enfermedad o la muerte. El primer problema en este asunto consiste en saber de dónde nacen las diferentes ideas que se tiene de las acciones. Veamos algunas opiniones.
Puesto que, después, emplearemos a menudo los términos "interés", "ventaja", y "bien natural", es la ocasión para fijar las ideas. El placer que acompaña generalmente las percepciones sensibles nos presenta la primera idea del "bien natural" o de la felicidad, y se da el epíteto de "buenos" a todos los objetos apropiados para excitar en nosotros el placer. Los que pueden procurarnos otras percepciones agradables son llamados "ventajosos" y buscamos a ambos por interés o por amor propio.
El sentido que tenemos del placer es anterior a lo que se llama "ventaja" o "interés"; es aún, el fundamento de ambos. No percibimos el placer en los objetos porque nuestro interés nos atraiga hacia ellos, sino que los objetos o las acciones nos parecen "ventajosas" y las buscamos por interés, a causa del "placer" que nos procuran. La percepción que tenemos del placer es absolutamente necesaria y encontramos como ventajoso o naturalmente bueno, sólo aquello que es capaz de procurarnos este placer, o bien inmediatamente, o bien, mediatamente, o indirectamente. Se dice que buscamos por amor propio los objetos, que el sentido o la razón nos hicieron encontrar inmediatamente o indirectamente, o bien apropiados, aún, para procurarnos placer, cuando en nuestras investigaciones nos proponemos el placer que esos objetos tienen el poder de excitar dentro de nosotros. Por ejemplo, gracias a los sentidos descubrimos: la bondad inmediata de un plato, de una hermosa perspectiva, de un cuadro, etc.; gracias a la razón, descubrimos la bondad de las riquezas y de la autoridad. Es decir, que la razón nos enseña que la riqueza y la autoridad nos permiten procurarnos los objetos de los cuales recibimos un placer inmediato, y buscamos así esas dos clases de bienes naturales por interés y por amor propio.
Veamos más lejos aún, en lo que se refiere a las opiniones relativas al Sentimiento que tenemos del Bien y del Mal.
La mayor parte de los sistemas de Moral modernos nos presentan como doctrina incontestable que "todas las cualidades morales tienen una relación necesaria con la Voluntad de un Superior bastante poderoso para hacernos felices o infelices". Así, puesto que el fundamento de todas las leyes es la esperanza en las "recompensas" o el temor a los "castigos" (lo que nos incita a obedecer por motivo de interés), esos sistemas suponen que: "es así que las leyes permiten ciertas acciones como siendo indirectamente buenas o ventajosas y prohíben algunas otras como siendo absolutamente malas".
Se ha dicho que: por la Ley, un Legislador benéfico no establece ninguna acción para el agente sino solamente las que por su naturaleza tienden al bien natural del Todo, o las que por lo menos, no son incompatibles con él. (Así, alabamos la virtud ajena porque contribuye en cierto modo a nuestra felicidad, sea por ella misma, sea por esa contribución general). Es sabido también que la obediencia al legislador, es generalmente ventajosa al Todo, y a nosotros mismos en particular. Igualmente y por razones contrarias, condenamos el vivir de lo ajeno, es decir, la acción que prohíbe la ley, porque en cierto modo nos causa daño. Se dice entonces, que obedecemos a las leyes solamente por motivos interesados, es decir, con el objeto de conseguir el Bien Natural, el cual resulta de la acción prescrita o de la prometida recompensa; o con el objeto de evitar el Mal natural, que es la consecuencia de nuestra desobediencia, o por lo menos, evitar las penas que este inflige.
Otros sistemas morales suponen: una Bondad Natural inmediata en las acciones llamadas virtuosas; es decir, que estamos determinados a percibir cierta "belleza" en las acciones ajenas, y en amar a los que las crean, sin consideración ninguna de la utilidad que puedan devolvernos; es decir, que gozamos también de un deleite secreto en hacer acciones virtuosas aún cuando no esperamos ninguna ventaja de ellas. Pero se dice entonces que estamos excitados hacia esa clase de acciones (aun cuando buscamos cuadros, paisajes) por el amor propio que nos dirige a ellas, es decir, con objeto de lograr el placer que nace de la reflexión que hacemos acerca de esas acciones, o tal otra ventaja futura.
Pero por fin, se puede probar que los hombres encuentran una Bondad inmediata en ciertas acciones o que, gracias a un Sentimiento Superior (la Moral), aprobamos los actos ajenos y estamos determinados a amar a aquellos que los hacen, con el objeto de la perfección que procuran. Se puede probar también que tenemos una percepción, semejante a la reflexión sobre nuestros actos mismos, sin consideración ninguna de la ventaja natural que nos den. Se puede probar igualmente que el afecto, el deseo o la intención que hace aprobar los actos, producto de ese motivo, son independientes de ese placer sensible que puede darnos , de las recompensas que se establecieron o de tal otro Bien Natural que puede resultar de la acción virtuosa, y que ella está fundada en un principio completamente diferente del amor propio o del deseo de nuestra utilidad particular.
Estudiemos, pues, las diversas ideas del Bien Natural y del Bien Moral.
No sería difícil convencerse que las percepciones del Bien y del Mal Moral son completamente diferentes de las del Bien Natural, si se reflexiona acerca de las diferentes maneras de afectarnos tales objetos. Si el sentido que poseemos del Bien no fuese absolutamente distinto de la ventaja o del interés que resulta de los Sentidos exteriores y de las Percepciones de la Belleza y de la Armonía, tendríamos los mismos sentimientos y los mismos afectos para un campo fértil o una casa cómoda, que para un amigo u otra persona de noble carácter, puesto que ambos nos serían ventajosos. No admiraríamos y no querríamos a una persona que vivió en un país o en un siglo alejado del nuestro y cuya influencia no podría extenderse hacia nosotros, ni querríamos las montañas del Ural mientras no nos interesáramos en el comercio de Rusia. Tendríamos los mismos sentimientos y la misma inclinación para los seres inanimados que para los que razonan, en lugar de experimentar lo contrario. ¿Por qué, en efecto, querer a seres sin vida, que no tienen y no pueden tener ninguna buena intención para con nosotros, ni para con cualquier otra persona? Su naturaleza, es verdad, rinde para nuestro uso; pero eso se hace sin que lo sepan y sin que tengan ellos la intención de contribuir a nuestra utilidad. No es igual con los agentes razonables, los cuales obran por el interés y la felicidad de los otros seres con los cuales están unidos.
Estamos convencidos así de la diferencia que existe entre esa Aprobación o Percepción, de la "Excelencia Moral" que atribuimos, por un espíritu de benevolencia a aquellos en quienes creemos percibirla, y la opinión de la Bondad Natural que tiende a desear al objeto que la posee.
Pues, ¿de dónde puede venir esta diferencia, si la aprobación que damos a lo que es "bueno" y si el sentimiento que tenemos de él, está fundado sólo en la ventaja que esperamos lograr de él? Acaso no son los objetos inanimados tan ventajosos como las personas de las cuales recibimos todos los días pruebas de su amistad y de su benevolencia, gracias a sus buenos oficios? Los estimaríamos, a los unos y a los otros, con un espíritu de ternura o solamente con el objeto de la utilidad que podemos conseguir? No, sin duda, y eso es porque: en el afecto que experimentamos para con los Seres Razonables, tenemos una percepción distinta de la "Belleza" o de la "Excelencia", que nos conduce a admirar y amar a esa clase de caracteres o personas.
Supongamos ahora, que conseguimos los servicios de dos hombres: uno obra por inclinación hacia nosotros y con objeto de hacernos perfectamente felices; el otro obra con motivos interesados o por sujeción. Es cierto que en este caso ambos nos son útiles: sin embargo, no podemos menos que experimentar por uno y por otro, sentimientos muy diferentes. Debemos poseer, pues, otras percepciones de los "actos morales" que las que se fundan en el interés. A esta facultad de recibir esa clase de percepciones se puede dar el nombre de "Sentimiento Moral", puesto que es conforme a la definición que damos de esa facultad, es decir: es una determinación del espíritu a recibir toda clase de ideas, según los objetos que se presenten a nosotros, y que es enteramente independiente de nuestra voluntad.
Sin embargo, el sentimiento Moral no se funda en la Religión; unos dirán quizá: las acciones que llamamos buenas o virtuosas tienen esta ventaja sobre las otras porque esperamos ser recompensados por Dios, y es sobre este principio que se apoya la aprobación que les damos y el motivo interesado que nos inclina a hacerlas. Pero, basta observar que mucha gente, muy numerosa, tiene ideas muy altas en lo que se refiere al honor, la buena fe, la generosidad, la justicia, sin conocer a la Divinidad ni esperar recompensa ninguna de ella; también odian la traición, la crueldad, la injusticia, sin atención ninguna al castigo que puede seguirlas. Por lo demás, aunque esas recompensas y esos castigos pueden hacer considerar un acto como ventajoso o nocivo, no resulta que este motivo deba hacer aprobar o querer a quien hace un acto semejante, puesto que el mérito que lees dado no podría redundar en otros. Estos actos, en verdad, son ventajosos para quien los cumple, pero esa ventaja no tiene nada común con la de otra persona. Sin embargo, se puede verificar muy bien, que el interés contrabalancee nuestro deseo de que se sea virtuoso; pero ningún interés personal nos hará aprobar nunca como moralmente buena una acción que sin este motivo nos hubiera parecido moralmente mala, aunque estimando todos los efectos nos pareciera tan ventajosa al Todo sin que lo fuera para nosotros, como lo fuese en el tiempo que esperáramos conseguir cualquier ventaja. Nuestro interés o daño personal no influye sobre el Sentimiento que tenemos del Bien y del Mal Moral, y no tiene tampoco más fuerza para hacernos encontrar un acto bueno o malo en la ventaja o desventaja de un tercero.
Nada es más fácil de emitir que una opinión, pero solo nuestra conciencia puede decidir. Así, si ciertas acciones morales no parecen amables a primera vista a quienes no tienen interés ninguno en ellas; si no queremos y no aprobamos con la más perfecta sinceridad a un amigo o a un compatriota generoso, cuyas acciones le colma de honor sin procurarnos ninguna ventaja, también es verdadero que alabamos acciones que son útiles al género humano, aunque a menudo no consigamos ninguna utilidad de ellas. Quizá sería en interés de nuestra especie, que todos los hombres se pongan de acuerdo en hacer solamente acciones semejantes de tal manera que cada uno encuentre su provecho, pero eso prueba solamente que la razón y la reflexión pueden hacer aprobar, por un motivo interesado, las acciones que el Sentimiento moral, que está en nosotros, nos inclina a admirar a primera vista, independientemente de este interés.
Por otra parte, este sentimiento, puede obrar aún cuando no seamos partes interesadas. Podemos aprobar la justicia de un sentimiento que nos condena. Un traidor, preparado a sufrir el suplicio que su crimen merece, puede alabar la vigilancia con la cual Cicerón descubrió a los conspiradores, aunque hubiese sido una ventaja para él que no hubiese existido en este mundo un hombre dotado de semejante agudeza. De hecho, la idea favorable que formamos de las acciones es completamente independiente de la utilidad que podemos lograr de ellas. Tenemos el derecho de concluir que esta Percepción del Bien Moral no está provocada por la Costumbre, la Educación, el Ejemplo o el Estudio; esas cosas no podrían darnos nuevas ideas. Pueden hacernos percibir una ventaja particular en acciones cuya utilidad era desconocida antes, o bien hacernos considerarlas como nocivas, sea por razón, sea por prejuicio, aunque no las hubiéramos encontrado así a primera vista, pero nunca pueden hacernos examinar un acto como digno de alabanza o como reprochable, y ello, sin consideración ninguna de nuestro interés personal.
Es necesario, pues, que el Autor de la Naturaleza quien nos hizo capaces de recibir de parte de los objetos, tras el intermediario de los Sentidos exteriores, ideas agradables o desagradables según que ellas nos sean útiles o nocivas; y, así mismo gustar el placer de la Belleza y de la Armonía, como resulta de la Uniformidad de esos objetos, para atraernos y adquirir las Ciencias y recompensarnos por eso, o para ser una prueba de la "Bondad", de igual modo que la Uniformidad es una prueba de su Existencia, sea que encontremos la Belleza en ella o no; es necesario, pues, que el Autor nos haya dado un sentimiento moral capaz de dirigir nuestras acciones y de procurarnos los placeres infinitamente más nobles, de tal modo que, cuando nos proponemos solamente la felicidad de otro, adelantamos la nuestra también, sin saberlo.
Los verdaderos motivos de las acciones son los "Afectos".
Toda acción que concebimos como moralmente buena o mala, siempre está supuesta a originar cualquier Afecto para los "Seres sensitivos", y todo lo que llamamos "Virtud" o "Vicio" emana de un afecto semejante o de cualquier "acción" hecha en consecuencia. Quizá baste también para que una acción o una omisión aparezca como "viciosa" que ella proceda de una falta de afecto para con los Seres razonables que, suponemos, existen en los caracteres que parecen moralmente buenos. Todas las acciones que se estiman como religiosas en cualquier país que sea, son consideradas como provenientes de algún sentimiento para con Dios, y siempre suponemos que, lo que se llama "Virtud Social" tiene por principio el amor del prójimo. Todo el mundo conviene en que todo movimiento exterior que no está acompañado por cualquier sentimiento afectuoso para con Dios o con el Prójimo, o bien que está independiente del afecto que debe haber para ambos, no podría ser ni moralmente bueno ni moralmente malo.
Si se pregunta, por ejemplo al ermitaño más sobrio, si la "Temperancia" (suponiendo que no se origine de un motivo de obediencia a las órdenes de la Divinidad o que tampoco nos vuelva más dispuestos a la piedad, más aptos al servicio del género humano o a la investigación de la verdad) puede ser moralmente buena en sí misma y mejor que la golosina, él contestará ciertamente: en estos casos ella no puede ser un "Bien Moral", aunque puede ser naturalmente buena y ventajosa para la salud.
Se debe admitir que la "virtud" es desinteresada y numerosos afectos nuestros lo son también. El hombre no es natural y voluntariamente malo, y el amor propio, el interés tampoco son el origen de su estimación o de su benevolencia.
Así pues, si no es producto de la benevolencia ni del amor propio ni de ningún fin interesado, y toda virtud emana de este principio o de tal otro afecto igualmente desinteresado, entonces resulta que debe haber, diferente del amor o del interés, cualquier otro afecto que nos atrae hacia los actos llamados virtuosos.
Si nuestros deseos se limitasen únicamente a nuestra utilidad personal, resultaría que cada ser razonable obraría solamente en su propia ventaja como objeto; de tal modo que se debería darle el título de Benéfico solamente porque obra con este objeto y en tal sistema no deberíamos admitir en la Naturaleza ningún Ser Benéfico o a un ser que obrase con objeto de hacer feliz al prójimo. Si el amor que se tiene para el bien público, tanto como el celo que nos anima en procurar ventaja al prójimo, no proviene de un sentimiento superior ¿de dónde nace esa creencia general de que Dios recompensará a las personas virtuosas? Se dirá que lo importante para la Divinidad es que practiquemos la Virtud. Ese sentimiento debe sin duda parecer absurdo a todos los que esperan en la "Bondad" y en la "Misericordia". Si esa clase de disposiciones se encuentran en la Divinidad ¿cuál es la imposibilidad de que las criaturas posean también cualquier chispa de este Amor por la Sociedad? ¿Por qué pues suponer que obran por "amor propio"?
En una palabra, si el único principio que admitimos de las acciones humanas es el amor propio, no se comprende en qué estaríamos fundados para esperar beneficios o recompensas de parte de Dios o de los hombres, más allá de lo que exige el interés del beneficio. Sería ridículo esperar “beneficios” de parte de un ser cuyos intereses son totalmente independientes de los nuestros. Quién pudiera aconsejar a la Divinidad a recompensar la Virtud, puesto que, según este sistema, no es nada más que el arte de cuidar nuestros intereses del modo más conveniente, sin perjudicar al bien público y sin que se obre igualmente con respecto al vicio, aunque sea de un modo que verosímilmente no debe ejecutarse muy bien y que es siempre contrario a la felicidad del Todo. Pero ¿cómo puede Dios interesarse para con ese Todo si cada ser obra por amor propio? Cuál es el fundamento que nos hace creer que Dios es bueno, en el sentido comprendido por todos los cristianos, es decir, interesado en la felicidad de sus criaturas? ¿Cómo se hace que la desgracia del hombre no le cause el mismo placer que la felicidad? ¿Cómo podríamos censurar un Ser tal si obrase en hacerles miserables? ¿Cuál sería la base de nuestras experiencias? Se admitiría inmediatamente el "Mal-Principio de los Maniqueos" como lo bueno, si fuese verdadero que no hay ninguna excelencia en el Amor perfectamente desinteresado y que todos los seres en general obran con objeto de su propia utilidad, y si se supone que la Divinidad logra ventaja de sus criaturas. ¿Cuál es, pues, el verdadero principio de la Virtud?
Después de haber destruido los falsos principios de las acciones virtuosas, queda por establecer una cierta determinación natural en procurar la felicidad ajena o un instinto que preceda a todo motivo desinteresado y que nos incite a amar al prójimo: es igual que con el Sentimiento Moral (cuyo principio ya hemos analizado) que nos incita a aprobar las acciones que provienen de este Amor.
Ese "desinterés" aparecerá, sin duda, muy extraño a aquellos quienes aprendieron en las escuelas y en la lectura de los autores sistemáticos, a mirar el amor propio como el origen único de las acciones humanas. Pero considerémoslo en especies más simples y más fuertes, y después de haber comprendido su posibilidad en esos ejemplos, nos será fácil conocerlo en lo extenso.
Nuestros afectos naturales son, sin embargo, de naturaleza diferente como, por ejemplo, de los de los socios de una misma compañía quienes están asociados en los negocios y, unidos, pues, en la prosperidad o en el infortunio. Los sentimientos que unen al padre a su niño son de clase diferente y el interés de unión es ciertamente diferente de las sensaciones de placer o de pena del niño, que el padre no podrá experimentar. Un padre no podrá experimentar el hambre, la sed o la enfermedad de la cual padece el niño; todo lo más, puede tomar parte en los gozos o penas por un deseo natural de la felicidad y una aversión de la miseria. Ese deseo es anterior pues, a cualquier enlace interesado y es más bien causa que efecto: debe ser, pues, perfectamente desinteresado. Eso no sería la opinión de un Sofista, quien enunciara: los niños hacen parte de nosotros mismos y el amor que les damos recae sobre nosotros. ¡Admirable respuesta! Pero alarguémosla tan lejos como pueda ir. ¿Cómo pueden nuestros niños hacer parte de nosotros? Ciertamente no se pueden comparar a un brazo o a una pierna, ignoramos absolutamente sus sensaciones. Pero, se dice, ¡su cuerpo ha sido formado partiendo del nuestro! Se puede decir lo mismo de una mosca o de un gusano, los cuales provienen de nuestra sangre o de nuestros humores! Esos insectos no nos son queridos aún. Es ciertamente, tras algún otro sitio, que nuestros chicos son parte de nosotros, y es solamente el afecto natural que tenemos para ellos que puede producir este efecto. Es el afecto el que los hace parte de nosotros y él es completamente independiente de lo que ellos eran anteriormente. Cierto, no se podría concebir una metáfora más admirable. Acerca de este principio, cada vez que entre los hombres notamos una determinación que les atrae a amarse mutuamente, deberíamos considerar a cada individuo como parte de un Gran Todo o de un Sistema de cuyo bien se interesa como miembro.
Ciertos filósofos piensan que todo eso puede deducirse fácilmente del amor propio. Según ello, los niños no sólo son engendrados por nuestro cuerpo sino que nos parece que aún lo son por el alma, y que es nuestra propia semejanza lo que queremos en ellos.
Muy bien, pero ¿qué es la "semejanza"? No es una "identidad individual", sino solamente un Ser comprendido bajo una idea general o específica; es por esto nos parecemos a los niños de otros hombres y que un hombre se parece a otro desde ciertos puntos de vista. Lo mismo el hombre se parece en algo a un Ángel y lo mismo a un bruto... Cada hombre, pues, está naturalmente dispuesto a amar a su "semejante", a desear el bien, no sólo a su propio individuo sino también a cada otro ser razonable o sensitivo. Esa disposición es más fuerte donde se encuentra más "semejanza" con las cualidades más nobles. Si eso es lo que se llama amor propio, los Místicos más refinados no pueden desear un Principio más desinteresado; pues, lejos de limitarse al individuo, pasa hasta la felicidad del prójimo y puede extenderse a todo, puesto que todos los hombres se parecen de cualquier modo. Nada pudiera ser más ventajoso ni más generoso que un Amor propio de esta clase.
Se dirá sin duda, que a menudo, los padres siempre logran cierto placer del honor, y algunas veces de las ventajas efectivas de la prudencia y de la prosperidad de sus chicos, y que es de allí que proviene la solicitud que tienen para ellos. En este caso, es fácil contestar que todas las motivaciones cesan cuando se aproxima la muerte y que aún ahí este afecto es más fuerte que nunca. Que tanteen su corazón los padres y que juzguen si aquellas concepciones son los únicos principios de su afecto para aquellos de sus niños que son más inválidos o de los cuales tienen menos que esperar.
Otros autores notan que los padres tienen un afecto muy débil para los niños hasta que estos empiezan a razonar y ser capaces de sentimiento y que al contrario, las madres pretenden experimentar un afecto fuertísimo desde el momento en que nacen esas crías. Nos gustaría mucho, a fin de arruinar mejor esta hipótesis, que lo que está así adelantado fuese verdadero en todo, como lo es en parte (aunque veamos que ciertos padres tengan afecto para sus niños idiotas). El entendimiento y el afecto que notamos en nuestros niños y que los hacen aparecer como "seres pensantes" pueden sí aumentar el amor que les dispensamos, pero independientemente de todo objeto de interés. Una prueba de que este aumento de amor no está fundado en la utilidad que esperamos lograr de sus conocimientos o de su afecto, es que trabajamos sin cesar para ellos sin esperanza ninguna de ser resarcidos de nuestros gastos o de estar recompensados de las penas que tomamos, excepto en el caso de necesidad extrema. Así pues, por la constitución misma de nuestra naturaleza, el objetivo de una Capacidad Moral puede aumentar nuestro amor sin que haya parte en él de nuestro interés. ¿No puede él hacerlo igualmente donde no estamos ligados por los lazos de la sangre y ese mismo principio producir un grado de amor más débil que se extienda a todo el género humano?
De ello nace otro gran problema que forma el objeto general de estos "Propósitos Psicológicos", a saber, las reglas de conducta, para las cuales nos contentamos simplemente con brindar algunas reflexiones en este asunto, a fin de no limitar nuestros pensamientos sino ofrecer meramente una meditación sobre los principios.
Realizamos muy bien que, además del instinto vital, la conservación de la vida y la propagación de la existencia, una ley fundamental nos inclina también a contestar al llamamiento del espíritu.
Pero, además de los conflictos que existen entre las actividades mentales (entre la razón y el sentimiento), se debe deplorar todavía la falta de leyes bien establecidas para este propósito; en efecto, no se estatuyeron bien, para esa vida mental, reglas como las hay por ejemplo, para la Fisiología.
La mayor parte de los seres humanos no necesitan una guía en su conducta fisiológica, bien que sea espiritual o social.
Como lo dice Alexis Carrel: "En la sociedad moderna, desgraciadamente no existen hombres cuya especialidad fuera la de ser Sabios y ayudar a los demás en su Sabiduría".
Sin embargo, todavía se adelantan esos Guías inspirados en la Ciencia del hombre, y el resurgimiento del funcionamiento de los Colegios Iniciáticos permite esperar en un orden cuyos miembros posean el carácter tan científico como sacerdotal, capaces de reeducar completamente a la humanidad hacia su Destino de Luz.

miércoles, 10 de octubre de 2007

¿Qué perfila otra noche de vigilia prolongando sus desvelos hasta el albor de la aurora, con sus cantos y encantos de pajaros agoreros de funestos vuelos, de trinos matutinos que despuntan en las ramas de mis neuronas amanecidas, sin descanso y sin devanecer?

¿Qué será del día que tienta con pensamientos inconclusos, infructuosos, penetrando a tientas en mórbidos intentos de descifrar el tiempo que se desvanece inmisericorde?

¿Y de mi, furtivo pensador?

¿Qué será?

¿Tendrá acaso fin la eternidad, o habrán límites en lo infinito?

El Absoluto instiga, colgado en un rayo de luz solar, a transformar lo sombrío en esplendor, a vencer el tedio de existir, a cantar victoria, aun deshecho en cuerpo, alma y corazón.

Josman Wonoband

¡Justicia Macrabélica!

No hay tema por insignificante que el mismo aparente ser, que no tenga sus lecciones en las cuales esté basado y tengamos que aprender alguna enseñanza positiva del mismo… El problema se vuelve, encontrar donde radica la lección…
Mismamente, mismamente… --- El indigente avisoró la pronta comprensión del asunto. Parecía comprender la grandeza y la trascendencia del tema, pero en el fondo no captaba nada en lo absoluto. Estaba resuelto a llevar hasta las mas ultimas consecuencias su forma de ser, sin temor a los efectos negativos (o positivos). --- El mundo es demasiado complejo y complicado. --- Se decía a si mismo. --- ¿Qué tengo que buscarle tres pies al gato, cuando solo tiene cinco? --- Se cuestionaba la ausencia de lógica de sus planteamientos… ---Y si la naturaleza me ha dotado con entendimiento, por qué he de acallar mi intelecto, por muy rudimentario que sea. --- Se planteaba a si mismo. --- Peor, aun peor, sería que me la pase ansina, --- Se decía… --- Sin hacer nada…. ¡Qué va! ¡A yo soy quien soy --- continuaba --- y no me aparezco a naiden! --- Mientras se ajustaba la cutacha que llevaba al cinto…

El primer tajarrazo se lo asestó en el mero cráneo, en la mollera. El filoso acero quedó incrustrado en la osamenta encefálica del cliente… Quizo extraer la cutacha del cráneo, pero al parecer ésta se había atorado en el hueso… --- Hasta para morir sos ladrón. --- Le dijo. --- Tratando en vano de despegar el filoso instrumento de donde había quedado clavado… --- ¡Cabrón! --- Le dijo. --- Esto te pasa por meterte con los hombres. --- E inútilmente forcejeaba con la hoja de acero que parecía formar una solo pieza en el cráneo adherida, como un pensamiento obsesionado…
--- Ahí te la dejo de recuerdo, pues, esa hermosa peineta que te llevarás al mas allá… --- Dio la vuelta, sacudiendo sus manos, una contra otra, como quien concluye una tarea satisfactoria. Caminó a la distancia, alejándose. El cuerpo del paciente (cliente) yacía yerto sin respirar y con un macabro adorno en su frente.
Eso le pasa a los ladrones come tierra (geófagos) con mas propiedades que un frijol soya, que se burlan del pueblo humilde y trabajador. Es un escarmiento pintoresco de la labor férrea, y la justicia que ha de llegar mas pronto que tarde, a los diputados, a los jueces, y a los abogados “letreros”, que tienen arruinado al país.

Relato de dos amigos NAturales

Vos sabés, -- Le dijo Pancho a Pedro.--- Lo que es…, -- Y tomó aire antes de hablar, como queriendo ordenar sus pensamientos. Con una mirada distraída, penetrando allá lejos, en le infinito…, --- Lo que es… --- ¿Qué cosa me querés decir? --- Contestó Pedro tras la pausa larga de Pancho. --- Bueno. Amanecer el día con deseos de asistir al templo de Dios, para escuchar la Palabra. Confesar tus pecados al Señor, y por la noche enredarte con una mujer de la calle. Enamorarla como si fuera tu novia, y hacerle el amor, pero de verdad, sintiendo amor por ella. Y sentir que esto no es un pecado, y seguir siendo santo en tu corazón, pues, ¿qué tiene que ver la santidad con el acto sexual? --- Pedro se quedó callado. Ambos callaron como queriendo cada quién meditar sus palabras, sopesar sus ideas, descifrar sus emociones… ---Está fregada la cosa… --- Pedro asestó. Y luego continuó con aire meditativo. --- La verdad es que todo depende de la intensión que lleves en tu mente. Si solo vas a ocupar a la mujer para saciar tus instintos, entonces si que estas fregado. Pero, si con estar un rato con ella y ella quiere estar con vos, aunque le des dinero, esa mujer va a quedar agradecida con vos, pues le diste un poco de calor humano, y la supiste querer, aun que sea por un momentito, pero se va a sentir mejor… Ya las otras implicaciones del acto, son meras complicaciones mentales que la mente retorcida de tanto prejuicio que le han inculcado en las escuelas, loa religiones y la hipocresía de la sociedad, te hacen dudar de la espontaneidad de un acto tan natural como cualquier otro, como la sed, el hambre y la misma existencia de D. I. O. S., que si tu instinto o tu intuición te dicta que es factible la satisfacción de tu deseo, es por que el objeto del mismo está ahí, disponible en la naturaleza… --- ve om… --- Dijo Pancho. --- Soso pesado vos, y tus palabras son sabias. Gracias por darme este consejo. No me hacen sentir tan mal. --- Y los dos se fueron alejando hasta perderse allá en la lontananza, donde los amigos que se aprecian, emprenden juntos la jornada al discurrir del pensamiento y la Paz del Espíritu en Buena Voluntad.

sábado, 6 de octubre de 2007

Relato de Buena Voluntad

El tipo estaba convencido que el experimento de las sustancias se le habia salido de control... El resto del mundo habia empezado a enfilar sus cañones contra él... Ademas, ya habían tropas que se movilizaban a las fronteras de su mente, listas para atacar a un enemigo inexistente, que - pensaba el tipo - era inminente el avance de las mismas, pues había en el territorio espias de la contrainteligencia aliada infiltrados hasta lo mas recóndito del territorio y observaban cada movimiento de sus tropas en tiempos de paz. Ya se habían agotado las negociaciones diplomáticas y las relaciones con los otros paices estaban rotas desde hace rato... Un ambiente, un aire de guerra se sentía y respiraba en todo el territorio nacional de la mente del tipo...!Un chavalo corría con unos periódicos en un bolso y gritaba: ¡Extra, extra...!, ¡Egolandia declara la guerra a Psicotropia! - El primer frente de ataque quedó roto en el poblado fronterizo entre el territorio de Demensia y las montañas reverdecientes de Autoestima..., las tropas nacionales se rindieron sin mayor resistencia. Una división a cargo del General Negación Arrogante Altivo izó la bandera blanca de la paz; el resto de la tropa entrgó sus armas a las fuerzas aliadas a cargo del Almirante Sanación Espiritual, llevando los prisioneros a los campos de concentración de Fraternos NA...! continuará...
En Egolandía todo era confusión; unos corrían, otros gritaban; la gente en las calles comentaban los últimos hechos: El General Frustración Emocional, se había suicidado de un tiro en la sien. Su jefe superior, el Almirante Iracólera Compulsión, le encargó la misión de preparar el protocolo de transición, y redactar la carta de dimisión con los términos incondicionales para poder sobrevivir en la post guerra, asumiendo un programa de doce pasos, que inicialmente le parecieron descabellados, por lo que tomo la decisión de quitarse la vida de esa manera…
Yo no voy a rendirme tan fácilmente. –Se decía a si mismo.- No jodan estos psicotrópicos desgraciados, a mi no me van a vencer. Siempre los hemos tenido controlados. –Pero no se sabe en que momento el Gral. Depre –Como le llamaban cariñosamente sus tropas- tomó la decisión fatal de acabar con su vida. Unos, de fuentes verídicas, dicen por ahí, que le gustaba coquetear con María Juana, una bellísima campesina de Psicotropia, y mantenía un “affaire” oculto. Por las noches se tiraba al río “Complacencia” a bañarse con María Juana. Lo custodiaban sus guardaespaldas mas allegados, el escuadrón “Codepen”, que se hacían de la vista gorda, cuando el Gral. Depre salía todo re empapado, ya después de bañado con María Juana, su psicotrópica de preferencia…
Lo de la muerte del Gral. Depre no paso a mas, dado quien inmediatamente, por ordenes superiores del Brigadier Adonis Falsoego, se debía encubrir la deshonra del ejercito en aras de mantener una imagen del Honor y Gloria de la Institución, ejemplo para las futuras generaciones, que su trayectoria combativa intachable no permitían esta clase de deshonra ,…, y con ello , el brigadier Adonis Falsoego, armó una perorata destacando valores inexistentes, mientras en Egolandia, la juventud caía en los frentes de batalla contra el enemigo, Psicotropia, que en cada frente de guerra se volvía mas poderoso; Psicotropia, tierra por tradición violenta y enigmática, cobraba vidas de la juventud en Egolandia, donde los políticos malvados, y los militares, resaltando falsos valores, tales como el "pundonor", la valentía, el amor a la patria, que debía traducirse por, el apego a los vicios o esquemas viciados de pensamiento, inculcado por los mismos políticos con el fin de engañar al populacho, al "vulgum pecus", para tenerlo sometido, como mansos corderitos, a todas sus manipulaciones y chantajes emocionales, convenientes para obtener el logro de sus fines corruptos.-